O herejias de un metronomo.
Senti las notas que se tendian bajo mis yemas, la preparacion correcta daba a pasos concretos y emociones previstas. Los manejaba con la facilidad con que las teclas se hundian y esto, justamente a mi, me llenaba de euforia. Tenia tendidos entre mis manos los hilos que esgrimirian sonrisas y suspiros, ¡La noche se aventuraba magnifica!.
Pero luego... ¡aquella maldita duda!
Se habia encaramado entre las hojas, indignada de mis proezas mecanicas. Mi sonrisa debio reforzar esta impresion porque me miro con ojos de quiebre y la majestuosa armonia dio pie al ruido. Lo admito, era ruido de pasiones no conocidas por ser humano alguno ¿Pero que uso le daba un musico a la agonia de los sonidos? Indignado grite y arañe los ultimos compases y al trabarme en justa pelea, la duda mordio mis manos.
Aun escucho, cuando me acerco a un piano, las bendiciones del caos que buscan terribles intentos de atonalidad, mi terror me paraliza por suerte y nada mancilla el recuerdo de mi perfeccion.