Hubo en años remotos un cuento muy sabido de la batalla entre Saint James y el Juglar del espejo. Aqui reproducimos a buena voluntad lo que en el fue dicho para que otros reflexionen.
Atte.-
Sir Galamont.
I.- Donde habla el joven ingles de su llegada a la pobre España.
Eran brillantes los soles que avivaban mi deseo de hacerme a los caminos, transcurrian peligrosos años de enormes batallas donde la America, aquella tierra de salvajes, se presentaba como el codiciado trofeo de quien tuviera buen nombre. Yo, casi un desterrado y un traidor, tan solo pensaba en la gloria que traeria a mi casa si lograba forjarme la reputacion de Caballero Conquistador. A todos mis vecinos, que ya me miraban por sobre el hombro, les daria a probar la dulce y ansiada venganza. Con todas estas cosas pesando sobre mi espalda fue que tome los caminos al puerto mas cercano, Merringwol, el viejo fuerte que ahora sirviera de asilo de pescadores. Alli compre mi lugar en un barco mercantil que se dirigia a las costas de Castilla, donde probaria con nombre y acento nuevo que estaba hecho para lo grande. Mas contar de aquel penoso viaje rodeado de charlatanes y estafadores, no me viene en gracia, seria manchar el asombroso destino que se formaba ante mi. Aunque no lo sabia, ya se habia dado voz de que llegaria a Castilla, la palabra de ciertas familias cercanas a la mia habian hecho que se me diera una bienvenidad un tanto... inconvencional.
Fue en el tercer dia de Mayo que anclamos ante los muelles de una pequeña ciudad costera, Mondragon, segun me dio a saber el capitan. Alli el frio arreciaba ferozmente y baje de inmediato con mi escaso equipaje, dispuesto a encontrar algun valiente que me llevara hasta el corazon de Santander para hacerme de provisiones y encontrar trabajo entre los numeros barcos que zarpaban rumbo a la nueva tierra. Mucho desconsuelo me provoco enterarme de que los caminos se encontraban cerrados, la pobreza habia corroido hasta al mas humilde y los asaltantes y bribones se propagaban por doquier, inclusive mencionaban de peligro entre las calles de la ciudad de la Corona, ante estas graves noticias tan solo pude lamentarme e insistir. En estas me encontraba cuando se me acerco un resuelto joven de no mas de quince años que jugaba apresuradamente con los anillos de su mano izquierda. Me miraba enmarcando los ojos, como si intentara descubrirme el nombre.
¿Joven?.- Al dirigirme abiertamente a el se sobresalto. Abrio la boca varias veces antes de responderme.
¿James Halloway?.- Cuando me hablo, miro repentinamente hacia atras. Luego de vigilar unos segundos una calle costera que se alejaba, repitio su pregunta. - ¿Sir James?¿Es ud. o no? Me han enviado a buscarlo, por el buen nombre de la casa Belhaven, he de ser el que lo lleve y lo traiga. Mi nombre es Juan Tomas de Faerina.-
Asi es - Respondi- pero deberia cambiar mi nombre y advertirte que no lo repitas, mientras mas desconocido sea mejor estare. ¿Dices que te mandan los Belhaven? ¡Grata sorpresa esta! Desconocia que tuvieran aqui amigos o parientes. He consultado con los naturales del lugar pero poco me han dicho. ¿Me puedes acompañar a Santander? Alli he de enmbarcarme nuevamente.
-Con gusto lo he de acompañar puesto que ahora soy de su propiedad. No me pregunte sobre los motivos de este trueque pues me han prohibido mencionarle nada mas.-
Una vez mas lo descubri mirando de reojo, como temeroso de ser perseguido.
No te preocupes.- Le dije- Bien me va viene la compañia pero jamas me hubiera imaginado que ya tendria un criado. ¿Cuando partimos?-
Ah, mi buen señor, los caminos son testarudos en estas epocas, mucha nieve, mucho bandido, lo mejor es tomar un bote que nos lleve por lo largo de la costa hasta el puerto de Baltazar. Alli podremos encontrar todo aquello que ud. desee.-
Luego de caminar brevemente por los muelles en los que desembarcara y tras cruzarnos con mis compañeros de viaje, los cuales ya mostraban sonoras borracheras, dimos con una humilde embarcacion que en algun momento fuera un barco pesquero. El dueño se habia hecho mercenario de todas las profesiones y no tenia con que comer por lo que nos acepto gustoso como pasajeros. Luego de que intercambiaramos monedas se nos presento como Genaro Dosreyes, despatriado de la lejana Jerusalen. De este viaje si podre mencionar algunas cosas, la charla fue amena y calidad, observe que Don Genaro, con todo su porte de viejo gavilan, siempre tendia a ser cortez, invitandonos con humildes bebidas destiladas por el mismo que hacian temblar a todos los marineros o contandonos de batallas marinas por el precio del salpa y y la castañuela, todos peces abundantes de la zona que habian traido a la ruina a mas de uno por la feroz competencia. Pero lo mas asombroso fue el paisaje de la tierra que bordeabamos, donde normalmente hubieran abundantes y brillantes puertos que dieran a la mar toda clase de embarcaciones ahora quedaban esqueletos abandonados y carcazas de viejos negocios. El humo subia al cielo en mucho y podiamos ver a los vecinos desmantelando casas para mantener vivas hogueras inmensas. La tristeza de esas figuras empobrecidas y sucias se me hacia terrible, la tristeza no tardo en asaltarme y tuve que rehusar de la agradable compañia para sumirme en la idea de que tal vez yo tambien podia caer en aquella miseria. No tarde en quedarme dormido, mecido entre las olas nocturnas y su lento chocar contra las rocas de la costa. Aquella noche soñe con banquetes y mascaradas de la mas insolita apariencia, grandes señores que parecian pavos reales se abatian en duelo para luego reir y llorar. Las mujeres mas estrafalarias daban amor a quien pidiera y yo, me sentia muy alejado de casa. Al despertar tan solo pude persignarme, a sabiendas de que aquella era la vida de nobles que mas temia, la mas impura pero tambien la mas ostentosa.
Con este, el sueño de nuestro querido protagonista, cierra la parte primera.