Thursday, May 19, 2011

Preaching the verb.

Sere historia vieja antes de que vacies tu cenicero y me recuerdes.

No importa cuan brillosos se pongan tus ojos, te vas a acordar de mi como una mentira mal contada, un chiste tonto que se dejaron escrito en algun asiento, y lo peor es que es casi verdad. Con un gesto zonzo que no te sirve ni para espantar moscas te sacas la remera, es una invitacion y una muy pobre por cierto. Esta bien, es lo merecido. Entonces él entra galante, como todo buen partido. La sonrisa se le escapa hasta por las orejas y te mira relamiendose. No llega a lobo, ni siquiera a cordero, igual es un buen entremes. Se hace el divertido, te cuenta de aquella rumana, de la francesita, de aquel hungaro. Habla como marcando los minutos, ¿Te estara contando cuanto dura?. A mi me causa gracia, parece un muñequito a cuerda, no se te vaya a romper el engranaje eh, que te dure, que te dure toda la vida. Ya no los hacen asi. Ahora vienen con miedo a estar despeinados, que no se les rompa la costura de la remera, que pagaron mucho, que vale mucho. Ya no tienen aventura, pero que mas da, todos cojen igual.

Suena de nuevo el tambor, un-dos-tres, un-dos-tres, y estalla la luz, sin bocinazos o avisos estridentes. Simplemente llega, se te clava en la piel, y esta bien, hace lo suyo, te hace lo suyo. Pero en la piel, donde te desgarra, te acordas que habia otras marcas y otras cosas que otros habian escrito. Casi que te acordas alguna tarde, o un auto sucio. ¿Habra sido en esas escaleras?. No, tampoco es eso. Pero sigue ahi, el ruido sordo, que te mata los timpanos. Es el grito del placer. Que muerde como puta y cabecea como toro. El mundo, muy pinton, es algo debil, muy muy triste para prestarle atencion.
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