La marea batalla entre los espacios que reconquista, en la costa empobrecida, raida, basta pero insignificante, intenta golpear las puertas de la razon, devorarte. Cubre el agua la tierra moribunda, la exilia buscando la paz de la quietud. Ni siquiera las pequeñas madejas de luz que escapan entre el cielo permiten deslumbrarse ante esta victoria.
El abismo devora al abismo.
El vacio se alimenta de si mismo, se venera asi mismo.
Y despertas, entre frio y sabanas, la marea termina en los parpados de quien te acompaña. Como un susurro, arropas su cuerpo, tan solo los acompaña un leve murmullo de cuentos y risas.
Ceniza de mis cenizas.