Alguien cae, sus gritos inundan la calle. Interrumpen la noche, arruinando el sueño de muchos. Y esa figura que casi parece un muñeco de trapo atraviesa el aire frio y las fragiles ramas de los arboles. Su vuelo, que es mas bien una caida libre, le permite preguntarse de que sirvio. O que logro. La sangre que lo esta inundando se apura en sus venas, le late el corazon como si fuera una turbina. El miedo se esta destilando, se seca rapidamente y lo deja atontado, tan a la deriva. En el ultimo momento, hasta las lagrimas le parecen inutiles.