Te vamos a conocer todas, le dicen.
Pero él se aguanta, le resiste las cuerdas que le raspan la cintura y el cuello, las deja estar, no las pelea abiertamente. Prefiere quedarse arrinconado, para no darle la espalda a todos esos Hijos de Puerto, Señores de la Europa. Ellos si son impacientes, le bajan los dientes, un hilo de sangre le cuelga de la jeta pero Este gaucho se la banca. Y ahí le cortan un rió, como el de la Ciudad, que también le baja de la garganta a las bolas, con golpes dobles que hubieran quebrado al mas macho, Simón se calla, se acuerda de la madre, allá se guarda bien seguro, escondido para que no vean como llora y escupe. Y no alcanza, para nada. Es muy poco esto que le hacen. Le gritan todos los nombres amigos, le aseguran que cantan, que cantan muy bien y que por unas guitas a todos los hacen bailar. Y Simón tiene en la garganta un recuerdo atorado que le arde todas las venas, se siente joven, aunque le asomen las canas y las malicias. El prefiere andarse cuidando. Le traen la noche, que esta hecha de cortinas y grillos mentirosos. Huele un verano seco, pura tierra en los pulmones, eso solo es. Estos no saben nada, no me abren, a mi no me abren. Y se banca el silbido de un viento tristón, viento de pueblo grande y de camino sin carreta. El sabe, pero ellos también saben. Dentro de ese cuarto hay una segunda noche, que le muerde el cuello, se le cuelga de la espalda y le tapa los ojos. Se estira adolorido, escucha una oración de cura, un fraile, se da cuenta. Y no les cree. Aunque le cuenten todas las de Jesús y de Dios, el no les cree. Lo golpean con la biblia, libro duro, libro de duros. Lo arañan cuchillos de campo, con eso le suenan todas las mujeres, las besa de nuevo como para evitar siquiera suspirar. El no tiene a donde ir, para que se va a apurar. Le estallan en toda la carne las balas, escupen humo esos agujeros Tan sotretas, tan mal hechos.
Le quedan meses a Simón, atrapado entre los cuartos de un muelle. A espaldas de una Ciudad que él odio, una Ciudad que abre el cielo y lo prende fuego. Para que nadie se acuerde de las noches que eran antes de ser.