Mientras abria mi boca las palabras resbalaban como gotas de miel, lenta y pateticamente se desmoronaban y para mi sorpresa realmente no estaba diciendo nada. Sacudi la cabeza sintiendome tonto, no tenia nada de que hablar y nada me parecia digno de ser hablado. Por eso cuando cayeron las ultimas letras desde mi lengua dirigi mi mirada a un paisaje que escapaba detras de la vidriera. Era una sutil evasion, pretendiendo mirar algo importante o significativo, algun gran secreto de la vida que me era develado en el suave caer de una hoja. El mundo no podia ser mas trivial.
De repente me pregunte si no era demasiado ya, sentia la piel congestinada bajo las ropas, tanta singularidad inexpresiva, como moldes de barro que plagados de imperfecciones podrian entrañar grandes creaciones. No, todo era demasiado para mi, mis latidos se pausaban, en vez de perseguirse los unos a los otros se escondian, buscaban los recovecos mas inverosimiles para pasar desapercibidos. Me hundia en mi propio mundo, como si cayera entre sabanas, deslizandome en ese rio de comun fluir. La desesperacion no me ayudaba, el panico que si bien parecia portentoso, apenas me permitia agitar los brazos en un temblequeo absurdo, preferi perecer alli mismo, ahogado como todos los otros dias, esperando que el reloj me indicara que podia volver a casa.