Saturday, January 05, 2013

Historia de una carta muerta (O como destruí a Jocelyn)

La encontré tirada entre los arbustos que rodeaban el camino desde el parque a mi patio. Realmente no sabia que pensar, estaba muy maltrecha, las heridas de un cuchillo se dejaban ver por todo el frente y el barro había manchado las letras cruciales que confesaban al destinatario. Acongojado por esta situación singular me resolví a descubrir que clase de secretos o historias podía esconder aquella escuálida carta de papel barato. Quite el pobre envoltorio, tan venido a menos, y compense a escudriñar cualquier pista que me hablara de un nombre o un barrio. La letra era fea, parecía apurada y sin ningún sentido del decoro, farfullaba a viva voz cosas que eran mejor decir al oído y su inclinación me hacia acordar a la de un borracho que se esfuerza por conquistar a una vecina de mesa. Rabia cuentos de mal tiempo y del resfrió de Hector, de la hacienda que se vendió en Pergamino y hasta una breve mención de algún mozo de baja familia que intentaba conquistar a quien escribía. Me sonreí de ese muchacho y de esas historias tranquilas que no eran tormenta ni monson y continué leyendo, ansioso de encontrar algún defecto salvador en toda aquella tertulia somnífera. Hasta que me tope con Jocelyn, de la cual decía: "Esta tan crecida, con una mirada salvaje que le acompaña el cabello castaño que no quiere quedarse quieto, anda revoloteando por toda la casa y a veces mas allá, no se contenta con las visitas de vecinos y hasta se excusa escapándose por los arroyos que se esconden en la arboleda. Tengo miedo Anita, de que ya no nos escuche, apenas si hace caso cuando levanto la mano en señal de reprimenda. Quisiera creer que no es como tu padre, que no
es otra mujer de su familia, destinada a la perdición." Y entre esas lineas tajantes que hablaban de una criatura indómita, poco a poco me forme esa imagen de lince color avellana, mujer de cielos abiertos y sonrisas honestas. Releí mil veces su descripción, queriendo dejarla impregnada en mis mas profundas memorias, cosa de que los sueños mismos me permitieran recordarla en las noches oscuras de la casa de campo. Corrí tropezando, con la hoja en la mano, buscando mi propia pluma y tinta para salir al socorro de tan exquisita mujer. Embelesado pude construir sonetos arduos que le calarían la poesía en los huesos, embelesado, jamas termine de leer la carta, me perdí una historia de amoríos prohibidos que estancaban su futuro en lasociedad, ajeno a los desvarios de una familia que solo pretendía encerrar la belleza como si
fuera un adorno que luego deberían pasar a manos del pretendiente mas respetado. Escribí hojas incontables que solo obtuvieron como respuesta la siguiente carta:
"A quien corresponda,
  Agradecemos su apasionada escritura, letras de fuego como las suyas nos dan evidencia que nuestras medidas eran insuficientes, confirmandolo a ud. como uno de los tantos pretendientes de la niña. Tenga a bien saber que por años ha seguir, ella sera nuestro amado gorrión, cantando entre los confines de la jaula que le permitirá llegar a buena edad y buen matrimonio. Por favor absténgase de volver a contestar."

Tan solo basto una rápida lectura de estas lineas para comprender con que facilidad la pasión de una imaginación desenfrenada había condenado a una criatura inocente (en cuanto a lo que a mi respecta). La carta aun permanece escondida entre otras que me pertenecen, lentamente olvidando nombres y actores, perdiendo el estilo y la gracia, cada vez mas una cosa desdeñada que a nadie sirve.


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