Sunday, July 15, 2012

Una analogía de lo mal que estamos (Estoy).

Abre el invierno sobre la ciudad, va adentrándose con el cuidado de la sorpresa y trata de mantenerse de pie. El frió que trae como tela sobre los hombros le ensalza el espíritu, se torna fuerte y presuncioso bajo su cobijo, ¡irrisoria ironía! ¡Se esconde entre la tormenta! Como si hiciera falta algo mas que estos días monocromaticos y desajustados, como si su tenaza no se cerrara sobre nuestra garganta. Este intruso en nuestras vida se cuela, se inmiscuye y nos obliga a mirar como prisioneros angustiados detrás de murallas de lana y caricias excusadas, ocultos en nuestras casas como templos, fogatas incontables que luchan invisiblemente contra el invasor.

Abre el invierno sobre este cuerpo, lo inaugura con un soplido de gélida atención, y recae, juguetón, danzando detrás de corrientes  inhumanas. Su aliento se zambulle en mis ojos, causando numerosas lagrimas que no resisto ni pretendo resistir; me derrumba el grito de los años en la piel, como arañas de hielo que buscan revolver mi pelo y llegar a mis huesos; me traiciona dejándome vulnerable, un resquebrajado inconsciente que murmura algo de calor. Si tuve miedo ahora es terror, podría morir en esta corriente detrás de la cual nadie me observa, se que me precipito como un rayo contra la tierra, doblegado, caído, un hombre triste de ojos necios que no tiene quien lo contemple. Este es, lo admito, mi mas grande dolor, ¡el anonimato de las palabras inutiles! El eco desmoralizado, perdido, de mi nombre.

Este es un miedo mal hablado, de defectos no nombrados.
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