I.- El abandono.
Se habian largado todos; los hombres de servicio militar, las mucamas, los payasos, los carniceros, las señoras de alta alcurnia; con tanta ausencia habia cedido en la ciudad los gritos atravesados de un pobre olvidado. Se habia bajado en mala ruta, equivocado de parada y de numero, termino caminando por las calles mas inaccesibles y volubles que pudiera encontrar la imaginacion urbana. De todo esto nada servia, no importa el como, el cuando, el resultado imprevisto habia implantado su ponzoña en la vida cotidiana de Jeremias, ahora era el unico ser humano que habitara la gran City.
Durante un largo tiempo y sin resultado alguno, busco los mas insignificantes rastros de vida inteligente; las frutas que se podrian en sus cajones no ofrecian ninguna resistencia mental, los perros corrian tranquilos arrebatados al jolgorio de avenidas sin coches asesinos, el mundo (misteriosamente aun era mundo) descreia de la hasta entonces exacerbada vida humana, le habian cedido todas los derechos y se vanaglorabia de la conquista. Pero, ¿Y el? Festejaba como cualquier otro el derecho reconquistado de los arboles a plagar la tierra escondida, la fuerza de las mareas que golpeaba en el puerto, azotando barcos que le habian profesado mucho daño y poco cariño, ¿A el quien le festejaba la soledad?¿Quien le contaba los cuentos y le daba los besos de las buenas noches?
Hace falta humanidad para ser humano, o gente para ser un gentio, un conglomerado de cosas que bien o mal, es lo que nos van apuntalando el alma hasta dejarla pintada y corregida, que del hombre es el hombre.