Abre el invierno sobre este cuerpo, lo inaugura con un soplido de gélida atención, y recae, juguetón, danzando detrás de corrientes inhumanas. Su aliento se zambulle en mis ojos, causando numerosas lagrimas que no resisto ni pretendo resistir; me derrumba el grito de los años en la piel, como arañas de hielo que buscan revolver mi pelo y llegar a mis huesos; me traiciona dejándome vulnerable, un resquebrajado inconsciente que murmura algo de calor. Si tuve miedo ahora es terror, podría morir en esta corriente detrás de la cual nadie me observa, se que me precipito como un rayo contra la tierra, doblegado, caído, un hombre triste de ojos necios que no tiene quien lo contemple. Este es, lo admito, mi mas grande dolor, ¡el anonimato de las palabras inutiles! El eco desmoralizado, perdido, de mi nombre.
Este es un miedo mal hablado, de defectos no nombrados.